Huyo por los andenes, certificando la muerte de algunos alquimistas.
Me delato por la comisura de tus labios fruncidos. Me voy y no lo siento. Me voy y no consigo entretenerme en la avenida.
Raudo el tren se avecina silbando y pasa de largo. Ese destino no era el tuyo ni el mio.
Cambio de anden. El viaje en sentido opuesto quizá sea lo único que quede con sentido en este viaje.
No llores.
Habértelo pensado antes.
Tantos billetes rotos. Tantas estaciones ni siquiera entrevistas.
Escogiste el punto de partida equivocado. Una palabra no vale nada, no vale de nada.
Construye un mundo de hadas si quieres, pero reafirma el deseo del príncipe encantado. Solo un deseo te pido. Sólo uno. Mas no das señales de vida.
Era sencillo. No había que recorrer montañas ni atravesar valles gélidos como dicen los cuentos. No te pedí heroicidades ni gigantes dragones para decorar mi ventana.
Te supliqué margaritas y me entregaste calles recién alquitranadas que me marean. Naturaleza muerta. Me entregaste el mayor desprecio pues mi deseo debió de parecerte poca cosa. Y el dolor que a mi me duele no lo entiendes.
Vas y vienes, vuelves y regresas para no decir nada. y lo que callas me hiela el alma.
Un simple deseo te pedí para demostrar que eras la rana encantada y que el hechizo había funcionado. Pero no.
Tu orgullo te ha vencido y el mio sigue intacto.
Regresaré sin tragedia al blanco y negro. Ya he matado al rojo.
Posiblemente no se retuerzan las vias de nuevo y los caminos de hierro no volveran a cruzarse.
Posiblemente regreses y yo ya me habré ido.
Posiblemente.
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