
Estoy aquí, no puedo irme por más que quiero arrancarme. Y no lo intento. Estoy grapado en el envés de tu armonía, en el derecho de tu falda, en el fondo de tu ropero, en las rendijas de tus persianas. No puedo irme, sigo deleznando palabras deletreadas. El sonido de las teclas es mi única comparsa y compañía. Pero hoy tampoco me puedo ir. No tengo fuerzas. Sé que no estás. Que a nadie escribo. Que me despertaré de nuevo cerrando bares, borrando ensueños, corrigiendo erratas. Sé que no hay nadie. Sé que no importa




