Aun me quedan muchas jornadas de empinadas cuestas y galopes solitarios. Me quedan lunas y atardeceres innumerables. Veré los astros girar en su costumbre y no hallaré el atajo conveniente. Pero, mi reina, tarde o temprano llegaré a Roma. Me postraré a tus pies, besaré tu mano. Te invitaré a la guerra.
Después si quieres que me vaya daré la vuelta hacia esa vida en la que vivimos falleciendo. Y ya no habrá un lugar para los héroes. No quedará lugar para lo incierto.
Me llegará mi hora un día. Un errante inmortal yacerá muerto.
Después si quieres que me vaya daré la vuelta hacia esa vida en la que vivimos falleciendo. Y ya no habrá un lugar para los héroes. No quedará lugar para lo incierto.
Me llegará mi hora un día. Un errante inmortal yacerá muerto.
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