Y la casa encantada me susurra canciones, me susurra distancias inolvidables y otras maldiciones desmesuradas.
Con terror en los poros, acurrucámdome al fondo del sillón me prometo que al menos hoy no soñare que te encuentro en cada esquina.
Y salgo a la calle persiguiendo tus pasos. Escogiendo al azar los bares que describen tu voz en voz baja. Las farolas burlonas me miran bostezando.
Otra vez tu fantasma acaricia mis manos.
Y otra vez tiritando en la ausente avenida de la madrugada amanezco temblando.
Tú no quieres irte. Yo te sigo buscando.
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