sábado, 13 de octubre de 2007

Y los relojes siguen marcando cicatrices






De repente el rumor del recuerdo de una sonrisa perdida le humedece los ojos que escapan atravesando el cristal nebuloso. El callejón se esconde, se apagó la farola. El vaho de su aliento de nuevo se posa en el cristal indefinido. Con incierta mano dibuja algún enigmático signo. Mira hacia el frente y repite una sonrisa incandescente que nadie escucha. Sin mirar ve ojos que no miran, sin hablar habla y nadie atiende. Gira, danza su danza de sombras esquivando seres que no existen. Canta, canta su canto de noche entre el matorral de esos corazones que no le acompañan. Fantasmas soeces que miran su rostro, como si fuera su alma estupefacta la que no existiera.



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